Texto: Miguel Berlanga
Fotografías: Eugenio Santa Bárbara
Fotografías: Eugenio Santa Bárbara
“Señor,
no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”
Cuando
el pasado sábado 21 de marzo entregábamos las pastas del pregón a Adrián
Navarrete Orzáez y teníamos el honor y el placer de compartir con él unos
entrañables momentos de anécdotas e impresiones sobre nuestra Semana Santa, ya
nos dimos cuenta de que iba a ser un pregón especial, nadie sabía por qué pero
todos lo intuimos.
Esas
tulipas tan nuestras, símbolo de la Semana Santa de Úbeda y cuya luz tenue pero
firme ilumina el camino cofrade servían también como luz del pregón que en ese
momento empezaba (gracias Adrián. Tú y nosotros sabemos por qué).
Uno
espera que en un pregón solo sean las palabras las protagonistas, pero Adrián
nos convenció de que los silencios son también muy expresivos y aunque pueda
parecerlo, no es ningún contrasentido. Fueron silencios de oración, de
complicidad, de tristeza y soledad, silencios de espera y de rabia, pero también
de alegría y de fe, de complicidad, que
se fueron mezclando con las palabras y con la música para dejarnos a los que
tuvimos la suerte de oírlo sin aliento, con un nudo en la garganta pero también
para hacernos vivir nuestra Semana Santa con pasión, con ilusión y con
devoción.
Fue
un pregón en el que las palabras salían desde lo más profundo del pregonero y sin
darnos tiempo a asimilarlas, a descifrarlas, iban directamente a nuestros
corazones. De una manera sencilla unió la tradición, el pasado, el legado de
nuestros mayores, los recuerdos y la herencia recibida de su familia, de las
familias de cada uno de nosotros con el futuro, con el porvenir, con la
ilusión, con el camino por recorrer depositado en sus hijos, en los hijos de
todos. Fue un pregón en el que la familia, como de manera tan cariñosa y
original nos recordó su hermano en la presentación, fue también protagonista.
Fue un pregón en el que de manera magistral recorrió cada día para llenarlo de
sentido, de vida y de color, de profundidad y emoción, de esperanza. Fue un
pregón de un cristiano comprometido y activo, de un cofrade que tiene muy claro
lo que significa hoy en día serlo y así
lo proclamó con convicción. Fue un pregón de un ubetense enamorado de su
tierra. Fue un pregón en el que nos llenó de esperanza y alegría en la fe, en
el mensaje de Jesús, en el significado de su sacrificio en la cruz que tanto
simbolismo tiene, y en el dolor de María, dolor que nos animó a compartir, pero
también en su ejemplo como Madre, ejemplo que nos debe unir siempre a ella.
Su
cofradía de la Columna estuvo muy presente, como no podía ser de otra forma,
pero ayer también fue la cofradía de todos, ayer era el resumen de todas las
hermandades de Úbeda, de los que seguimos el Rastro de Jesús, de sus Voluntarios,
con la Caridad siempre por bandera y
junto a Él en su Desconsuelo y en el de su Madre.
Pero
sobre todo fue un pregón en el que al final todo tomó sentido, de pronto la
palabra que envolvía todo el pregón, la palabra que bastaba para la salvación,
la palabra que servía de unión, la que daba consistencia y sentido a sus
palabras, a los silencios, a la música y a la oración, al recogimiento, a
nuestra fe y a la Semana de Pasión, a nuestra alegría porque Resucitó según dijo, aparecía: AMOR. Amor a Jesús y a María, a sus
padres que se lo transmitieron y a sus
hijos a los que él pasará el testigo, a su familia y amigos, a nuestra Semana
Santa y todas las cofradías, a Úbeda y a todos, porque como dijo al principio
era el pregón de todos y para todos.
!
Qué nadie duerma! ¡Ya es Semana Santa!
Con
un nudo en la garganta y con la emoción a flor de piel, te damos nuestra más
sincera enhorabuena. GRACIAS PREGONERO. GRACIAS HERMANO. GRACIAS ADRIÁN