Texto: Miguel Berlanga
Fotografía: Alberto Román
Cuando la palabra, la música y las imágenes se unen de la forma en que el pasado 19 de marzo lo hicieron en el Auditorio del Hospital de Santiago, todo se transforma en emoción, en un sentimiento profundo de devoción y de fe.
Con
gran expectación era esperado el Pregón de nuestra Semana Santa que pronunció D.
Jesús Manuel Monforte Vidarte. Cuando unos días antes le hacíamos entrega de
las cubiertas para su pregón, ya descubrimos además del sacerdote a esa persona
comprometida y afable, al cofrade y al amigo, al que agradecemos que en su
pregón tuviese unas palabras sencillas y profundas hacia nuestra tertulia que solo él y nosotros
conocemos pero que quedarán siempre en
nuestro recuerdo.
Con
un escenario que ya hacía prever que íbamos a escuchar un pregón distinto,
cuando Jesús empezó a leer, a todos los asistentes poco a poco nos fue
transportando con su potente narración a otra época, a ser testigos de la Pasión,
Muerte y Resurrección de Cristo. Esa original manera de contarlo en primera
persona iba cautivando al Auditorio, nos iba llevando de la mano a cada uno de
los lugares donde se desarrollaban los hechos siguiendo el evangelio de san
Lucas. En ese momento los que lo estábamos escuchando éramos uno más, estábamos
allí. Y aquí es donde el paralelismo con cada una de nuestras cofradías, con
las imágenes que se iban proyectando y con la música a piano de las marchas de
cada una de ellas nos fue llevando a esa particular vivencia que todos los
ubetenses que amamos la Semana Santa tenemos.
Cada
momento de la vida de Cristo se plasmaba en una imagen, se interiorizaba con
las notas musicales, nos llevaba a cada uno a un rincón distinto de nuestras
vivencias, de nuestros recuerdos, de nuestra devoción. La música y las imágenes,
arropadas con esas palabras que en primera persona nos seguían contando todo lo
que sucedía, nos hacían ver lo que de verdad son nuestras procesiones, cómo
cada una de las imágenes parecían sacadas de su relato para que justo en ese
preciso momento que cada una representa
pudiéramos compartir con Cristo su Pasión.
La
emoción y los sentimientos profundos seguían y los hechos narrados continuaban
contados por alguien que sufría con Jesús, que lo acompañaba, que veía cerca el
trágico final. Ya casi concluyendo, el pregonero nos desveló que quien nos
había relatado el sufrimiento del Hijo no era otra que María. De pronto la
figura de la Madre se materializó envuelta en poesía en cada una de las
advocaciones de nuestras queridas imágenes de la Santísima Virgen. Era ella la
que nos invitaba a vivir y sentir la Semana Santa como ella lo hizo acompañando
a Jesús en la Calle de la Amargura, en su camino hacia el Gólgota, pero sobre
todo viviendo con alegría y gozo el momento de la Resurrección.
Gracias
Jesús por tu sensacional pregón, por llevarnos con tus palabras a sentir el
verdadero significado de
la Semana Santa.